A San Francisco de Asís
¡Oh tú a quien Cristo con su propia mano
en el cuerpo imprimió las hondas huellas
de las llagas sangrientas cuanto bellas
que recibió en el leño soberano!
Pues, ya, a tu pío Salvador cercano
resplandecer las miras cual estrellas,
no dejes que la voz de mis querellas
a sus oídos se levante en vano.
Sus golpes para mí son tan violentos
como suaves para ti las llagas;
estas era ...
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