Jaime García Terrés

Escritor mexicano



Nació el 15 de mayo de 1924 en la ciudad de México.

Cursó estudios de Derecho en la Universidad de México y Estética y Filosofía Medieval en Francia. Fue embajador en Grecia.

Dirigió revistas literarias como México en el Arte, Revista de la Universidad de México, La Gaceta del Fondo de Cultura y, hasta su muerte, Biblioteca de México.

Miembro de El Colegio de México y director de la editorial Fondo de Cultura Económica. Ha sido consejero, subdirector general, director interino (mayo a diciembre de 1949 y abril a agosto de 1952), y jefe del Departamento Editorial del Instituto Nacional de Bellas Artes; consejero del Instituto Internacional de Teatro de la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la Ciencia y la Cultura (1948-1949).

Entre sus ensayos destacan: Sobre la responsabilidad del escritor (1949), La feria de los días (1953), Reloj de Atenas (1977), Poesía y alquimia: los tres reinos de Gilberto Owen (1980) y El teatro de los acontecimientos (1988).

Sus libros de poesía son: Las provincias del aire (1956), Los reinos combatientes (1962), Todo lo más por decir (1971), Corre la voz (1980) y Parte de vida (1988).

Tradujo Tres poemas escondidos deYeoryos Seferis. En 1987; publica Las manchas de sol. Poesía 1956-1987 y, en 1989, sus traducciones en Baile de máscaras (1989).


Jaime García Terrés falleció el 29 de abril de 1996.


Obras seleccionadas

Panorama de lacrítica literaria en México (1941)
Sobre la responsabilidad del escritor (1949)
Correo nocturno (1954)
Honores a Francisco Terrazas (1979)
Corre la voz (1980)


Si mañana me voy

Jaime García Terrés

Si mañana me voy, ¡qué diablos hoy importa
cuanto pretenda o no llevar sobre mi cuerpo!
La ropa, los trabajos, cualquier diversa carga,
conmigo partirá todo ello
y conmigo se irá volviendo polvo caminero.
Nada tampoco vale la pena cuanto haga
entretanto, la obra que decida
legar a mis hermanos. Ay, sucesores míos
en el tiempo y el suelo abandonados.
Tal vez, en cambio, sí, me gustaría,
sí, quisiera dejarles un vacío
difícil de colmar con otra cosa
que no fuera un puñado de semillas
puestas a germinar en dos o tres
hojas de buen papel,
un huerto de señales misteriosas
aptas para nutrir su grácil esperanza.
Ese papel tendría filigrana, y el huerto
mil potentes aromas
como todos los huertos.
Si mañana, mujer, ya no me ves,
te lloverán al menos del suave
papel colores y perfumes.
Abre
tus ojos para figurarlos, abre
la tierra misma sepultando mi huella.


*buscabiografias.com

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